¡Olé! ¡Olé! ¡Olé! Es, creo, lo primero que ha salido de mi boca al conocer la noticia. Sé que a Francisco no le importará esta explosión de alegría expresada de una manera tan coloquial. Es un papa tan cercano que, creo lo agradecerá.
El nombramiento de Nathalie Becquart, antes de que se cumpla un mes del documento que permite a las mujeres ser “oficialmente” lectoras y acólitas, como subsecretaria del Sínodo de los Obispos, con derecho a voto, es algo que solo podía salir del corazón de un hombre como Francisco. Digo del corazón en el sentido más bíblico del término -como lugar central del hombre- porque, solo desde el corazón sale algo pensado, orado, y meditado del alcance de esta decisión que ha tomado.
Toda una declaración de intenciones para quienes dicen que va despacio, que los cambios no se notan, que podía hacer más… Hay para quién haga lo que haga siempre sabrá a poco. Quienes así piensan nunca tendrán bastante porque, tal vez, piensen que estos puestos deberían ser ocupados tras una conquista, más o menos simbólica, precedida de algún movimiento espectacular. La Iglesia nunca puede ser una conquista.
Nathalie Becquart no tiene que demostrar nada a nadie porque su preparación habla por ella. Está más que dispuesta para seguir sirviendo a la Iglesia como siempre ha hecho. El servicio es tan silencioso como eficaz y Nathalie sirve silenciosa y eficazmente a la Iglesia.
Caminar juntos
Es verdad que queda mucho camino por recorrer, sin embargo, nadie podrá decir que la decisión tomada por Francisco no tiene o no va a tener trascendencia. Para siempre, en la historia de la Iglesia, los nombres de Francisco y Nathalie estarán unidos. ¡Y vaya si han hecho historia!
Avanzamos, todos juntos. La sinodalidad, de la que Nathalie es una gran conocedora, sigue su camino para alegría de muchos, entre los que me encuentro. Hoy, Francisco y Nathalie, han dado juntos –por que Francisco ha hecho la apuesta y Nathalie ha aceptado- un gran paso para las mujeres en la Iglesia y, lo que es más importante, para la Iglesia misma.
No hay dos sin tres y, conociendo a Francisco, algo más nos guardará. Mientras, a disfrutar del día y… ¡Olé, Francisco! Y, gracias.